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Mostrando entradas de abril, 2020

Capítulo 8: ¡A volar!

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Pues sí, ya tenía mis alas pero no tenía ni idea de cómo usarlas. Había llegado la hora de poner toda la teoría en práctica. Delhi, mi primer vuelo, un vuelo de locos, decían. Estaba ilusionada, contenta, nerviosa y sobre todo, asustada. No había podido descansar y, con lo del minimum rest, ni siquiera había podido salir a la calle a despejarme antes del vuelo. Había estado tomando nota de todos los detalles del vuelo: número, hora de salida, duración aproximada, miembros de la tripulación de cabina y pilotos, nombre y código del aeropuerto y otros tantos. No sólo con mi gorrito en la cabeza sino también con muchas reglas, conocimientos y diálogos memorizados, salí de casa.    El autobús me recogió y me llevó a QROC, el centro de operaciones de Qatar Airways. Los azafatos no íbamos al aeropuerto, era allí donde pasábamos los controles de seguridad y, también desde allí un autobús nos llevaba a toda la tripulación directamente al avión. Entré y todo lo que me encon...

Capítulo 7: XXL

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Cuando estábamos en el ecuador del curso, llegó un día muy esperado ¡íbamos a hacernos la prueba para nuestros uniformes! Había sido imposible no imaginarse con aquel gorrito color vino tinto. Llegamos al departamento de uniformes y de dos en dos fuimos probándonos muestras de blusas, pantalones, faldas y chaquetas de una talla aproximada a la nuestra para que tomasen nota de los ajustes necesarios. Primero me probé el pantalón y, a decir verdad, me quedaba bastante bien. Al ser de una tela gruesa, realzaba el culete sin ser muy llamativo y se ajustaba de maravilla. Mi momento de gloria duró eso, un momento. El sastre inmediatamente se apresuró a coger una talla más grande para mí. Al parecer, las curvas eran tabú. La nueva talla me quedaba mucho peor. Esa fue la que me adjudicaron. Todas las chicas salimos de allí quejándonos, no nos habíamos visto reflejadas con aquellas pruebas en las azafatas que nos habíamos imaginado. Sahar no paró de repetir que cómo era posible qu...

Capítulo 6: Vamos a la playa oh oh oh

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El Ramadán había terminado. Por fin. Me costó mucho más acostumbrarme a beber agua o comerme un chicle en público de lo que me había costado no hacerlo. Tenía que pensármelo dos veces antes de quitarle el tapón a la botella o el envoltorio al chicle. De una manera u otra había interiozado esas acciones. Al ser todo tan nuevo, empecé a confundir las reglas del Ramadán, las de la vida cotidiana en Doha y las de Qatar Airways. Sahar había conocido a un chico catarí a través de las redes sociales. Las RRSS son otro mundo allí, yo llevaba apenas un mes en Doha, había salido solamente unas seis veces y ya tenía unas 400 peticiones de seguimiento en Instagram, de gente complementamente desconocida. Era un día entre semana y nosotras seguíamos yendo a la Torre 1. El catarí le propuso ir a la playa para celebrar el fin del Ramadán o Eid Mubarak. Él y un amigo se ofrecieron a recogernos en casa después de clase.   -Pero... Sahar, ¿no estaba prohibido ir en el coche con un chico ...

Capítulo 5: De ninguna parte

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Ni de allí, ni de aquí. Cuando te vas a vivir fuera, y especialmente al principio, se suele tener un sentimiento de no pertenecer a ninguna parte. Has dejado atrás una vida y aún no has construido otra nueva. Algo tan simple como tener familia, amigos o vida social se convierte en todo un desafío.  Sahar y yo habíamos empezado a hacer buenas migas. A los dos días de llegar a Doha, Sahar había pedido a las vecinas su contraseña de WiFi, creo que es la persona con más cara que he conocido nunca y tal vez esa es una de las razones por las que acabó siendo mi mejor amiga. Como era en su habitación en el único lugar donde llegaba la señal, yo empecé a pasar más tiempo allí con ella. ¡Al final su habitación, sin baño privado, resultó ser mejor! El hecho de que ambas fuésemos nuevas y estuviésemos en la misma clase también nos unió bastante. Claudia, Alyssa y Milica tenían compañeras de piso que llevaban allí varios años, iban a su rollo y nunca llegaron a forjar una relación cerc...

Capítulo 4: ¡A sus órdenes!

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Pasábamos 8 horas al día en la Torre 1, de 6.30 am a 2.30 pm. Yo lo recuerdo como vivir allí. Prácticamente, sin quererlo ni beberlo, me había alistado en el ejército. El uso del móvil estaba terminantemente prohibido, incluído en el autobús de ida y vuelta ¡Menudas colas formábamos para "usar el baño"! En clase solo se podía beber agua. Y la botella debía estar en el suelo junto al pupitre. Cuando alguien llamaba a la puerta de clase todas lo/la recibíamos con un buenos días/tardes al unísono. Sí, a la grooming officer también la recibíamos así, muy a nuestro pesar. Venía todos los días a hacer la revisión. En los pasillos, saludábamos a todo el mundo, conocido o desconocido. Las clases de chicos y chicas estaban separadas. La norma de oro se la llevaba aquella que decía que no podíamos entrar en la cafetería si había algún chico dentro. Así que si tenías la mala suerte de que en la media hora que tenías para comer había algún chico de otra clase dentro, te quedabas ...

Capítulo 3: Como un pincel.

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Era domingo, primer día de la semana. El día del sabbat cristiano evidentemente no tiene ningún peso en el mundo del islam. Así que, en Catar el fin de semana es viernes y sábado. Empezaba mi primera semana. Era el día de inicio del curso de formación de tripulante de cabina. Aquella noche, apenas pude dormir, los efectos secundarios de las 4 o 5 vacunas que me había tenido que poner antes de irme a Catar parecían haberse puesto de acuerdo para aparecer. Después de un par de horas entre vómito y lo que no es vómito, empecé a prepararme. Una odisea. Falda negra no más corta que la altura de la rodilla. Blusa blanca de tela opaca con mangas no más cortas que la altura de los codos. Zapatos negros de tacón. Medias y camiseta interior obligatorios. Americana, opcional. Bolso negro. Reloj y pendientes de bola. Pelo recogido cuidadosamente en un moño, cubierto con una redecilla del color del pelo y rematado con un coletero ancho negro. Maquillaje impecable. Tras una hora ...

Capítulo 2: Expectativas

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No, no quería poner mis expectivas muy altas porque las dos veces anteriores que me había ido al extranjero fueron una decepción. Creo que de ahí a aquella obsesión por irme una vez más. A la tercera va la vencida, ¿no? Era 25 de mayo. Ya me había despedido de todos y estaba en el aeropuerto de Madrid en la puerta de embarque para mi vuelo a Doha, Catar. Como un pincel, tal y como se me había pedido, vestida formal, blusa blanca y pantalón chino negro. Y, a diferencia de todos los demás vuelos que había cogido siempre, no llevaba puesto encima una gran parte de mi equipaje. Mis cinco maletas con 100 KG iban en el cargo del avión. Me sentí muy agradecida de que me dejasen llevar tantos kilos, cuando tuve que volverme dos años más tarde, no tanto. No dejé de estar nerviosa hasta que me encontré con los demás, unos 5 o 6, todos vestidos de blanco y negro, de los cuales sólo una no había estado en la entrevista con nosotros, Claudia, la portuguesa. Antes de embarcar habla...

Capítulo 1: ¿Madurar o dar la vuelta al mundo?

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No sé si era por el tipo de sociedad en la que vivimos o por un concepto tal vez erróneo que yo misma me había creado, pero siempre pensé que el camino correcto era decidir a los 18 a qué te quieres dedicar profesionalmente, elegir tu carrera universitaria y, al finalizarla, trabajar de aquello que decidiste varios años antes cuando aún estabas con un pie dentro del cascarón, sin marcha atrás y sin salirte del plan establecido. Yo siempre había tenido bastante claro que quería dedicarme a la enseñanza y a los 16 decidí que mi especialidad sería el inglés. Así pues, al acabar el instituto fui a la universidad y estudié filología inglesa y cuando terminé, hice el máster en educación secundaria; el siguiente paso era opositar y empezar a trabajar en institutos lo antes posible. Sin embargo, sentía la necesidad de romper con ese camino y tomarme un año de desconexión y experimentar una vez más la vida en el extranjero (ya había vivido en Inglaterra dos veces, una de Erasmus y otra de...