Capítulo 4: ¡A sus órdenes!


Pasábamos 8 horas al día en la Torre 1, de 6.30 am a 2.30 pm. Yo lo recuerdo como vivir allí. Prácticamente, sin quererlo ni beberlo, me había alistado en el ejército.


El uso del móvil estaba terminantemente prohibido, incluído en el autobús de ida y vuelta ¡Menudas colas formábamos para "usar el baño"! En clase solo se podía beber agua. Y la botella debía estar en el suelo junto al pupitre. Cuando alguien llamaba a la puerta de clase todas lo/la recibíamos con un buenos días/tardes al unísono. Sí, a la grooming officer también la recibíamos así, muy a nuestro pesar. Venía todos los días a hacer la revisión. En los pasillos, saludábamos a todo el mundo, conocido o desconocido. Las clases de chicos y chicas estaban separadas. La norma de oro se la llevaba aquella que decía que no podíamos entrar en la cafetería si había algún chico dentro. Así que si tenías la mala suerte de que en la media hora que tenías para comer había algún chico de otra clase dentro, te quedabas sin comer. Pero eso era la teoría, yo nunca lo cumplí. Con respecto a los chicos, había bastantes reglas, pero eso no tenía que ver sólo con la compañía sino con el país en general. No podíamos darnos dos besos entre chicos y chicas. Me costó bastante acostumbrarme a eso. Todo un show los primeros días cuando me cruzaba con alguno de los chicos españoles. Hola. Intento de dos besos. Ops. Marcha atrás. Apretón de manos. Risa tonta. Sensación ridícula.


El curso estaba dividido en diferentes materias y contenidos. Nunca me había imaginado que un avión tenía tal cantidad de cosas ni que para ser azafata de vuelo necesitaba saber tanto. Aprendimos toda clase de códigos, palabras básicas del árabe, cómo evacuar pasajeros, cómo actuar ante un secuestro, cómo montar y sobrevivir en un bote salvavidas, cómo apagar un fuego, cómo retener a un pasajaro problemático, a hacer la reanimación cardiopulmonar y usar un desfibrilador, la maniobra de Heimlich, el procedimiento a seguir cuando alguien muere a bordo y hasta asistir en un parto y cortar el cordón umbilical. Me encantó aprender todo aquello, me enriqueció mucho.


Lo que menos me gustó fue la parte del servicio. Un servicio de 5 estrellas. Todo estaba tan minuciosamente controlado que al final acabé creyendo que los pasajeros serían dioses. Yo me convertí en un robot. Todo mi sentido del humor y naturalidad desaparecieron, siempre había una frase, una acción o un procedimiento a seguir. Para todo.


También teníamos algo de vida fuera de la Torre 1. Aunque eso de "fuera" es discutible, seguían afectándonos todo tipo de normas. El famoso "minimum rest", es un toque de queda, 12 horas antes de ir a clase debíamos estar encerradas en casa, para descansar. Así pues, sólo podíamos estar fuera de casa desde las 2:30 pm que acababan las clases hasta las 6:30 pm que empezaba el minimum rest. El viernes era el único día libre, o mejor dicho, día sin ir a la torre. Ese día también teníamos que estar en casa a las 6:30 pm para descansar para el sábado. El jueves era el único día que no había minimum rest así que después de clase podíamos salir hasta las 11 pm, también teníamos hora límite para volver a casa. Misma hora límite que cuando tenía 12 años. ¿Quién me iba a decir a mí que aquello me prepararía tan bien para el confinamiento del Covid-19?


Clase, comer, estudiar, dormir y repetir. Así pasamos seis semanas. Seis semanas en las que yo fui muy feliz. A veces pasamos demasiado tiempo quejándonos y nos olvidamos de disfrutar y apreciar las cosas buenas. La vida es más fácil si la miras con buenos ojos. Fueron semanas de conocer gente nueva, culturas distintas, compartir alegrías y esfuerzo, formar una nueva familia, crecer a muchísimos niveles y sobre todo, prepararme para lo que venía: viajar por el mundo.

19 pasaportes, 15 nacionalidades.

Batch 1330, Torre 1.

Batch 1330, firefighters. 





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