Capítulo 22: Descubriendo América.
Aunque ya llevaba casi un año volando y había tachado muchísimos países nuevos de mi lista, aún no había pisado suelo estadounidense. Resulta que Qatar Airways no te proporciona la Visa para EEUU hasta que llevas alrededor de un año trabajando para la aerolínea. Eso sí, una vez que conseguí mi visado, empecé a volar a EEUU más que a ningún otro país ¡América, allá vamos!
Nada más tener el visado estampado en mi pasaporte, solicité un vuelo a Nueva York. En realidad, nunca me había llamado demasiado la atención pero era un destino que había que tachar de la lista sí o sí. Rostering cumplió mi petición y a las pocas semanas ya estaba en un Airbus A350 en ruta DOH-JFK. Tras un vuelo de unas 13 horas, puse por primera vez un pie en los Estados Unidos de América y no un día cualquiera, era un 4 de Julio, el día de su Independencia.
Llegamos al hotel, ni más ni menos que en el centro de Manhattan. No sé si me gustaba tanto por la ubicación o por la cookie con pepitas de chocolate que siempre nos daban de bienvenida...¡Es la mejor galleta que he probado en mi vida! Todavía se me hace la boca agua al pensarlo.
Una hora después de llegar, ya estaba camino de Times Square con otro azafato, y no un azafato cualquiera, un azafato con una buena cámara de fotos ¡Aleluya! Entre foto por aquí y foto por allá, llegamos a Times Square, me encantó, era tal cual lo había visto en fotos, series y películas. Luces, carteles publicitarios muy llamativos, música y actuaciones. Personas de todo tipo, color, nacionalidad y estilo. Había gente disfrazada de personajes de Disney y de Hollywood y algún que otro cowboy en calzoncillos. Miles de tiendas de un tamaño unas tres veces mayor del que yo estaba acostumbrada a ver. ¡Que me quiten la tarjeta de crédito!
Esa noche dormí unas 5 horas, tenía poco tiempo y muchas cosas que visitar. Me desperté super temprano para ir a la Estatua de la Libertad con Affi, el chico filipino de la cámara de fotos. Desde Battery Park cogimos un ferry que nos llevó a la isla de la Estatua de la Libertad. La estatua había estado bajo reformas y aún no estaba terminada así que estaba vallada y no pudimos verla en toda su esencia. Sin embargo, eso no fue un impedimento para que yo, como en muchas otras ocasiones, me emocionase y sintiese enormemente afortunada de poder estar viviendo todas aquellas experiencias.
No quise dejar escapar ni un momento de mi estancia en aquella ciudad, solamente volví al hotel cuando ya no tenía más remedio. Me dio mucha pena tener que volver a Doha, había pasado allí menos de 24 horas y ya me había enamorado. ¡Qué facilona!
Por suerte, esa no fue la última vez, tras aquella primera toma de contacto con la Gran Manzana, tuve muchas más oportunidades de visitarla a lo largo de mi trayectoria en Qatar Airways. Así que pude disfrutar de una visita a Rockefeller Center, desde donde hay unas vistas impresionantes de la ciudad. También fui al famoso puente de Brooklyn. Estuve en un partido de la NBA en Madison Square, con una mano gigante de goma espuma que animaba a los New York Nnicks. Aluciné con el Empire State. Fui de compras en Times Square. Presencié el día del Orgullo Gay, con gente vestida de las maneras más originales que uno pueda imaginarse. Vi el típico vapor que sale del suelo de las calles. Comí un perrito caliente en uno de los cientos de puestos ambulantes de hot dogs. Recorrí gran parte de Central Park. Aprendí a moverme por la quinta, sexta, séptima y... avenidas, lo cual no es muy difícil pero para mí es todo un logro porque soy un desastre orientándome. Vi la ciudad nevada. Y recorrí muchas de sus calles con un sonrisa tonta que difícilmente se me podía borrar de la cara.
Cuando pienso en mi época de azafata, el primer pensamiento que suele venirme a la mente es el de pasear por las calles de Manhattan respirando aquella libertad que me hacía sentir tan inmensamente bien. No podría estar más de acuerdo con la descripción que Alicia Keys da de la ciudad en su canción "New York, Concrete Jungle": ciudad donde los sueños se crean y donde no hay nada que no puedas hacer.
Aunque Nueva York fue mi primer destino en Estados Unidos y mi favorito, también visité muchas otras ciudades.
Washington DC. Tenía poco tiempo así que simplemente hice una visita rápida a los monumentos famosos de la capital: el Capitolio, el monumento a Lincoln y el monumento a Washington. Por supuesto, también me acerqué a la Casa Blanca, pero como Trump no me cae muy bien, ni siquiera entré a tomarme un café con él.
Filadelfia, Pensilvania. Llegamos al hotel y lo primero que hicieron todos los azafatos fue organizar la salida. Yo estaba muy emocionada hasta que me enteré de que la salida era al Walmart, un supermercado americano. La mayoría de los azafatos estaban obsesionados con el Walmart, aprovechaban para ir al supermercado en EEUU porque tenía más variedad y era mucho más barato que en Doha. Sí, viajaban con la maleta vacía para volver con ella llena de comida. Como no había otra opción mejor, yo también me fui de excursión al supermercado. Al día siguiente, ya satisfechos con nuestra compra, salimos a ver la ciudad. Hacía muy buen tiempo y pasamos un buen día. Lo más interesante que vimos fue la estatua de Rocky Balboa, que está situada delante del Museo de Arte, junto a los escalones que el boxeador sube corriendo en la película. O eso me contaron, yo ni siquiera la he visto.
Atlanta, Georgia. En el vuelo conocí a un matrimonio de pasajeros panameños que se ofrecieron a enseñarme la ciudad porque vivían allí. Vinieron a recogerme al hotel en su coche y me llevaron por toda la ciudad. Hicimos una visita guiada por la CNN y comimos juntos. Era un matrimonio mayor y me trataron como si fuese su hija. La verdad es que, aunque a veces no lo parezca, hay mucha gente bonita en el mundo.
Chicago, Illinois. Fue una visita muy exprés y si hubiese sabido que ese frío existía, la habría hecho más exprés aún. Salí con un grupo de azafatos y fuimos al Millennium Park, a ver la famosa Habichuela o Haba, una gran escultura de metal en la que se reflejan los rascacielos y edificios cercanos, al mismo tiempo que se deforman por la forma de habichuela que tiene. Estaba nevando y hacía muchísimo viento y frío. Jamás en mi vida había sentido ese frío polar, no creo ni siquiera que exista ropa suficientemente abrigada como para aguantarlo.
Dallas, Texas. Este destino fue algo más particular que los demás. Conocía a un chico de allí, Nathan, que había estado viviendo en mi pueblo porque trabajaba en el instituto como auxiliar de conversación. Nathan me recogió en el hotel y me llevó a dar un paseo por un parque. No recuerdo cómo vino a cuento pero mientras paseábamos, le pregunté cuál era su religión. Es judío. Me dijo que era la primera persona del pueblo que le preguntaba eso. Ahí me di cuenta cuánto había crecido culturalmente en el último año, muy posiblemente yo tampoco le habría hecho aquella pregunta un año antes. Después fuimos a comer la típica comida basura americana y me presentó a su novia y amigos. Por la noche me llevó a su casa, la típica casa americana de película, situada a las afueras en una zona residencial, con el jardín trasero con barbacoa y piscina. Me presentó a su familia y cenamos todos juntos. Me gustó mucho dejar de lado por un día el papel de turista y acercarme más a la realidad americana.
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