Capítulo 6: Vamos a la playa oh oh oh
El Ramadán había terminado. Por fin. Me costó mucho más acostumbrarme a beber agua o comerme un chicle en público de lo que me había costado no hacerlo. Tenía que pensármelo dos veces antes de quitarle el tapón a la botella o el envoltorio al chicle. De una manera u otra había interiozado esas acciones. Al ser todo tan nuevo, empecé a confundir las reglas del Ramadán, las de la vida cotidiana en Doha y las de Qatar Airways.
Sahar había conocido a un chico catarí a través de las redes sociales. Las RRSS son otro mundo allí, yo llevaba apenas un mes en Doha, había salido solamente unas seis veces y ya tenía unas 400 peticiones de seguimiento en Instagram, de gente complementamente desconocida. Era un día entre semana y nosotras seguíamos yendo a la Torre 1. El catarí le propuso ir a la playa para celebrar el fin del Ramadán o Eid Mubarak. Él y un amigo se ofrecieron a recogernos en casa después de clase.
-Pero... Sahar, ¿no estaba prohibido ir en el coche con un chico que no sea tu padre, hermano o marido?
- Anda ya, Julia, eso son tonterías ¿Te vienes o no?
Los dos chicos vinieron a recogernos a Sahar, a Milica y a mi y nos llevaron a un hotel. ¿Pero no íbamos a la playa? Resulta que las playas en Doha son privadas y la mayoría de ellas se encuentran dentro de hoteles. Cosa bastante lógica teniendo en cuenta que en público no se puede ni enseñar un hombro. ¿Cómo iba a haber playas públicas con chicas en bikini?
Nosotras ya nos habíamos informado y sabíamos que para acceder a las playas, o bien estabas alojado en el hotel o tenías que pagar la entrada. Sin embargo, la misma tarjeta que nos controlaba la entrada y salida de casa, tenía otro uso algo más rentable. La tarjeta de Qatar Airways nos proporcionaba descuentos por toda la cuidad, en hoteles, restaurantes, centros de estética y tiendas. Así que habíamos contado con tener una buena oferta. No podíamos estar más lejos de la realidad. Al ser festivo, el descuento no era aplicable y además era más caro de lo habitual. ¡Bingo! Nos pedían por la entrada 300 reales, unos 75 euros. Con lo del minimum rest, teníamos unas dos horas para estar allí. ¿75 euros para dos horas en la playa? Ni hablar.
Sahar, muy digna ella, se dispuso a pagar fingiendo que aquel precio era algo normal para ella. Prefería no comer en una semana a parecer una pobre ante aquellos dos ricachones cataríes. Milica y yo ni siquiera teníamos en la cartera dinero suficiente para una sola entrada. Avergonzadas, tuvimos que negarnos a pagar la entrada. Las caras de Sahar y de los chicos no tenían desperdicio. Entonces los chicos decidieron cambiar el plan, fuimos a otro hotel cercano en el que ellos pagaban una habitación para tener acceso a la playa y por tanto, entramos los cinco gratis. No entendía por qué quisieron pagar aquella cantidad de dinero teniendo una opción gratuita ¿Por qué no habíamos ido allí desde un primer momento? Bienvenida a Catar, Julia. Sahar lo que no entendía era por qué no se habían ofrecido los chicos a pagarnos la entrada en el primer hotel.
Mi primera vez en la playa en Doha. Playa y rascacielos juntos. Nunca un chapuzón en la playa me había resultado tan poco refrescante. El agua hervía. Todo el mundo tenía su hamaca, nadie ponía la toalla en la arena, por el calor y porque "eso es de pobres". Fue una tarde inolvidable, por muchos motivos.
Grand Hyatt, Doha. |
Al final el catarí le salió rana a Sahar. No tenía ni el tigre ni el yate que le había contado. Sólo tenía unos cuantos millones, de ahí a que no se ofreciese a pagar nuestras entradas aquel día. No pasa nada, ya encontraría ella a otros más generosos.
Mendigar el wifi a los vecinos pero pagar 75 para ir a una playa...vaya ,vaya, con la Sahar jajajaja
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