Capítulo 3: Como un pincel.
Era domingo, primer día de la semana. El día del sabbat cristiano evidentemente no tiene ningún peso en el mundo del islam. Así que, en Catar el fin de semana es viernes y sábado. Empezaba mi primera semana.
Era el día de inicio del curso de formación de tripulante de cabina. Aquella noche, apenas pude dormir, los efectos secundarios de las 4 o 5 vacunas que me había tenido que poner antes de irme a Catar parecían haberse puesto de acuerdo para aparecer. Después de un par de horas entre vómito y lo que no es vómito, empecé a prepararme. Una odisea.
Falda negra no más corta que la altura de la rodilla. Blusa blanca de tela opaca con mangas no más cortas que la altura de los codos. Zapatos negros de tacón. Medias y camiseta interior obligatorios. Americana, opcional. Bolso negro. Reloj y pendientes de bola. Pelo recogido cuidadosamente en un moño, cubierto con una redecilla del color del pelo y rematado con un coletero ancho negro. Maquillaje impecable.
Tras una hora y media ya estaba lista. Sahar también, tras quince minutos. Íbamos juntas a la misma clase y también Claudia y Alyssa. El autobús nos recogió y en el trayecto conocí a Milica, la serbia. El conductor nos dejó en la puerta de lo que sería nuestra segunda casa durante seis semanas, la Torre 1.
Llegamos a la clase que se nos había asignado. Las mesas estaban organizadas en forma de U y en cada mesa había un cartelito con el nombre de cada una. Éramos 19 en total. Dos sudafricanas, una filipina, una marroquí, dos turcas, dos rumanas, una ucraniana, una serbia, una portuguesa, una china, una coreana, una tunecina, una japonesa, una polaca, dos indias y yo. Por primera vez en mi vida me encontraba en tal mezcla cultural.
Cuando llegó el profesor, hicimos una ronda de presentaciones. Desde aquel momento, pasé a llamarme Yulia, todas pronunciaban la J de mi nombre a lo inglés. Yo le presté más atención a la apariencia física que a lo que cada una dijo, tratando de trazar estereotipos entre nacionalidad y físico. A decir verdad, me costaba ver belleza en la mayoría de aquellas chicas, sobre todo en las asiáticas. Estaba tan influenciada por los estándares de belleza de Europa occidental, que todo aquello que se salía de ahí, me resultaba poco llamativo. Ahora me detengo a pensar en cada una de ellas y las concibo de una manera completamente diferente a la que lo hice en aquel primer momento.
Como filóloga inglesa, algo que también me llamó mucho la atención fue la manera en la que cada una hablaba. ¿Cómo era posible que la misma lengua sonase tan extremadamente distinta en cada una de las chicas? ¿Por qué la ucraniana no ponía artículo delante del nombre? ¿Cómo hacían esa /r/ tan sonora las rumanas? ¿Por qué la mayoría de ellas no invertían el sujeto y el auxiliar en las interrogaciones? ¿Qué era aquel sonido que ponían las indias en /w/? Ni siquiera cuando empecé a volar me había acostumbrado a la /v/ y la /w/ de los indios. Más de uno se llevó un vodka en vez de agua.
Después de romper el hielo empezamos una de las clases más importantes de toda la formación, que nos serviría cada uno del resto de los días en Qatar Airways, la estética.
"Grooming officer", dícese de la persona encargada de asegurar minuciosamente una apariencia de calidad que se encuentre dentro de los estándares de la compañía. Más tarde añadiría yo alguna otra connotación. Una de las tantas grooming officers fue la encargada de tratar con nosotras temas de estética, belleza y aspecto físico. Todas las chicas parecían estar mucho más al tanto de productos de cuidado y belleza que yo. Hablaron de maquillaje, cremas y productos naturales y caseros. Lo único que saqué en claro fue que una ensalada tenía muchas más utilidades de las que yo conocía.
Después de la teoría, llegó el "grooming check". En fila india, por favor. De una en una, tuvimos que posicionarnos frente a ella, enseñarle los brazos, y luego darnos la vuelta. Así nos revisaba y comprobaba que estábamos siguiendo las directrices. Novatas, la que más y la que menos recibió algún tipo de queja. Aparentemente, mi falda era un dedo más corta de lo permitido, mis tacones demasiado bajitos, necesitaba más laca y el color de mis uñas no se correspondía con el de los labios. Me pasé el resto del curso usando todos los días la otra falda que tenía y que sí estaba dentro de los estándares. Al menos no tuve que cambiarme el color de pelo como la rumana, la ucraniana y la coreana.
Parecía que la revisión no había sido suficiente así que nos llevaron a un sala de belleza que había dentro de la Torre 1. Fila india. Allí otra grooming officer nos pesó, a algunas se les recomendó bajar unos cuantos kilos. Cosa que en su momento me pareció ridícula y ahora mucho más sabiendo que hay una cantidad enorme de azafatas y azafatos con sobrepeso volando en la aerolínea. Luego observó meticulosamente nuestro maquillaje. Después tomó a una de las turcas e hizo un maquillaje modelo en ella, el que supuestamente debíamos hacernos. Un payaso parecía. Se lo quitó en cuanto salimos de allí. Y así, en tan sólo un día, comenzó mi odio, y el de muchos, hacia las grooming officers. Odio que se iría incrementando...
En el próximo episodio: la planificación del asesinato de la grooming officer.
ResponderEliminarJajajajajajajaja
EliminarMe encanta Julia deseosa de poder seguir tus aventuras
ResponderEliminar