Capítulo 2: Expectativas


No, no quería poner mis expectivas muy altas porque las dos veces anteriores que me había ido al extranjero fueron una decepción. Creo que de ahí a aquella obsesión por irme una vez más. A la tercera va la vencida, ¿no?



Era 25 de mayo. Ya me había despedido de todos y estaba en el aeropuerto de Madrid en la puerta de embarque para mi vuelo a Doha, Catar. Como un pincel, tal y como se me había pedido, vestida formal, blusa blanca y pantalón chino negro. Y, a diferencia de todos los demás vuelos que había cogido siempre, no llevaba puesto encima una gran parte de mi equipaje. Mis cinco maletas con 100 KG iban en el cargo del avión. Me sentí muy agradecida de que me dejasen llevar tantos kilos, cuando tuve que volverme dos años más tarde, no tanto.


No dejé de estar nerviosa hasta que me encontré con los demás, unos 5 o 6, todos vestidos de blanco y negro, de los cuales sólo una no había estado en la entrevista con nosotros, Claudia, la portuguesa. Antes de embarcar hablamos un poco de esto y aquello y me di cuenta de que yo era la única que iba a Catar con el único objetivo de viajar, los demás lo veían más como una buena oportunidad para hacer currículum y ahorrar. 


Entramos al avión por la puerta de la clase business como el resto de pasajeros aunque nuestros asientos eran en la clase económica. Yo sólo había viajado en aerolíneas de bajo coste hasta entonces así que obviamente aquel avión de una aerolínea de 5 estrellas no pudo hacer otra cosa que sorprenderme. Cada uno se fue a su sitio y despegamos. Ya estaba allí, ya no había marcha atrás, ¿qué coño estaba haciendo yo allí?


Fue un vuelo muy tranquilo, una peliculita por aquí y un poco de "no crearme expectativas muy altas" por allá. Eran unas 7 horas de vuelo, muchas menos de las que yo había pensado en un primer momento.


Al rato de despegar, los carritos con la comida entraron en la cabina y cuando llegó mi turno y la azafata me preguntó lo que quería tomar, yo dije que nada. Si en Ryanair me cobraban 12€ por un sándwich de jamón york y queso a saber cuánto me cobraban por aquella bandeja de comida en Qatar Airways, pensé. La azafata me preguntó si me encontraba bien. No mucho más tarde, descubrí que las aerolíneas de 5 estrellas lo tienen todo incluido en el precio. Ahora me parece hasta ridículo que no supiera aquello. Pero no fui la única, no sabes lo que es un cara de felicidad hasta que le dices a un pasajero que es todo gratis:

- Pero, ¿todo, todo, hasta el alcohol?
- Sí, señor.
- Nena, (a su mujer) que es todo gratis, ¿qué tomamos?
- Pon dos cervezas, un vino tinto y un gin tónic. 


Aterrizamos a media noche. Al salir del avión, compartimos nuestra experiencia, creo recordar que yo obvié que no había comido por miedo a quedarme en banca rota. Todos los demás habían recibido algún tipo de detalle de bienvenida a la compañía, yo no. A mi nadie me había reconocido como una nueva futura azafata. A día de hoy me sigo preguntando por qué, llevaba la misma ropa que todos los demás e imagino que la misma cara de novata. 


En el aeropuerto tuvimos que esperar haciendo cola para el control de pasaporte unas dos horas. Esa fue la primera y la última vez que hice la cola, después con mi DNI de Catar podía pasar los controles telemáticamente en dos minutos. La espera fue larga pero amena, estuvimos entretenidos. 


Al pasar el control había un hombre esperándonos allí que nos llevaría a los apartamentos que se nos habían asignado. Mientras esperábamos el equipaje, conocimos a otros tantos que venían nuevos de otros países, entre ellos, Alyssa, la sudafricana. Cuando recibimos el equipaje tuvimos que rellenar unas pegatinas con nuestra nueva dirección y nombre porque nos las harían llegar. ¡Qué buena organización!, pensé. 


Ya nos disponíamos a salir del aeropuerto cuando los seguratas me pararon para hacerme un check en la única maleta que me había quedado. El check tardó unos cinco minutos y cuando salí del aeropuerto no había ni rastro de aquel hombre ni de los demás. Mi primer pie allí y ya estaba perdida. Estaba lleno de gente y taxistas que se me acercaban para ofrecerme taxi y para nada aquella gente se asemejaba a los ricos y elegantes cataríes que yo había visto en la tele y en internet. Me acerqué a una de las oficinas de Qatar Airways y expliqué lo que me había pasado. No recuerdo si fue gracias a los de la oficina o a que las chicas se dieron cuenta de que faltaba yo pero al cabo de 15 minutos ya estaba en un coche camino de mi futuro hogar, Mansoura 43. 


Bueno, pues parece que al final no había tanta organización como me pareció al principio. Nos dividieron en diferentes coches teniendo en cuenta el edificio al que nos dirigíamos. Yo me quedé con Claudia y Alyssa. El conductor nos llevó a unos 3 edificios, ninguno de ellos Mansoura 43. Cuando al fin encontró el edificio, nos bajamos del coche, serían las 5 am. 


Nunca pensé que aquel calor y humedad existiesen, y mucho menos a las cinco de la mañana. Era una sensación nueva para mí, nunca había sentido tantísimo calor, aquello no era comparable ni con el día más caluroso del verano a las tres de la tarde. Tampoco pensé que aquello se pareciese ni lo más mínimo a la ciudad que yo había visto en internet, una de las más ricas del mundo, con edificios gigantes y lujo por todas partes. Era una calle llena de obras, polvo y con una arquitectura muy común. Aún no sabía que me encontraba en la otra cara de Doha, la que no salía en internet. 


Ya estábamos en la puerta del edificio, el segurata nos informó de que teníamos que esperar un poco a que viniese la "housing officer" y nos llevara a nuestros respectivos apartamentos. Cuando llegó nos explicó el funcionamiento del alojamiento, nos dio nuestras llaves y nos enseñó nuestras nuevas casas. Cada una estaba en un apartamento distinto, ellas dos tenían compañeras de piso pero yo aún no. 


Yo sabía que el alojamiento era compartido y no había puesto ninguna expectativa en quién sería mi compañera de piso. Digo compañera porque compañero era imposible, los edificios de chicos y chicas están totalmente separados. La housing officer me enseñó mi piso y me indicó que la habitación con el baño privado era la mía, que la otra con el baño externo era la de mi compañera, que llegaría más tarde. Me dió un documento con información y se fue. Leí el documento y ahí decía que las inquilinas eran una española, que sin duda era yo, y una marroquí, Sahar. Y aunque no hubiese puesto ninguna expectiva me decepcionó un poco saber que su cultura fuese tan distinta a la mía. 


Dejé todo mi equipaje en el pasillo y fui a ver a Claudia y a Alyssa para decidir lo que íbamos a hacer al día siguiente. Sólo teníamos dos días libres y comenzábamos el curso de tripulante de cabina. Bueno, también fui porque mi piso, al estar aún sin inquilinos, no tenía WiFi y tenía que contactar con mi familia. Cuando volví a mi casa, Sahar ya había llegado y, para mi sorpresa, estaba colocando sus cosas en mi habitación, ¡la del baño privado! Empezamos bien... Nos presentamos y no recuerdo tener ninguna primera impresión de ella, ni buena ni mala. Menos mal que en el documento estaba escrito que esa habitación era la mía... ¡Pa' tu cuarto!


Al día siguiente invité a Sahar a salir con nosotras pero no quiso venir. Nosotras nos fuimos a un centro comercial, no sólo porque necesitábamos hacer algunas compras sino porque es el único sitio en el que el calor de Doha te permite estar. Fuimos al centro comercial Villaggio, uno de los miles que tiene la ciudad y que es una imitación de Venecia. Y fue allí donde vi la otra cara de Doha, la que sí sale en internet.


Villaggio Mall, Doha.



Comentarios

  1. Pensé que harías una entrada sobre expectativa/realidad pero no creía que las primeras experiencias ocurriesen tan pronto. La cosa pinta bien! Pa cuando la próxima entrega? ;)

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  2. Me veo muy reflejado en lo de:
    - Nena, (a su mujer) que es todo gratis, ¿qué tomamos?
    - Pon dos cervezas, un vino tinto y un gin tónic.

    Jajajaja! Me encanta, pública más por favor!

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