Capítulo 24: Cataríes y Catar.

Partimos de la base de que Catar está hecho por y para los cataríes, que son una minoría comparado con la cantidad de extranjeros que tiene el país. Los cataríes disfrutan de todo tipo de derechos y eso les da un gran poder, muy superior al que cualquier extranjero pueda tener. Además de ser poderosos legalmente, son poderosos económicamente. Por esta razón, los cataríes están extremadamente orgullosos de serlo y, en general, se consideran superiores al resto. De ahí, esa altanería tan suya. 


Esa altanería se veía reflejada en cualquier lugar y a cualquier hora. En general, solían mostrar cierto menosprecio hacia cualquier persona extranjera, bien con lenguaje corporal, haciendo uso de palabras, o sin ellas, porque rara es la vez que utilizaban un "por favor" o "gracias". Esa actitud no sólo acentuaba su posición de superioridad sino que también avivaba mi sentimiento de inferioridad. Sin embargo, ese sentimiento era más propenso a ocurrirme en el trabajo, donde yo era la azafata (la sirvienta para ellos) y ellos el cliente (los amos). Y en una aerolínea de 5 estrellas el cliente siempre tiene la razón, sobre todo si posee un pasaporte catarí. 


Si por algo son conocidos en el mundo los cataríes es por ser ricos. Catar está hecho para el dinero, el lujo y el postureo. El país es tan rico que ni siquiera hay impuestos, al menos cuando yo vivía allí. Es una competición constante para ver quién es el más rico. Tienen casas de tamaños descomunales, decoradas con obras de arte muy valiosas. Algunos tienen halcones como mascota y otros, aun no siendo legal, tigres, panteras leones o monos. Los fines de semana en La Perla, un barrio relativamente nuevo, se monta una especie de exhibición por ver quién tiene el coche más caro. Está lleno de Lamborghinis, Ferraris, Bugattis y Roll Royces que no paran de dar vueltas con ningún otro objetivo que el de alardear. Además, los cataríes eligen el número de matrícula de su coche, los números más bajos son los más caros, a menos dígitos, más millones. Se gastan fortunas en conseguir el número más bajo posible. Jamás me había fijado en las matrículas hasta que Sahar, que no se le escapaba una, me lo dijo. Julia, hoy he conocido a un catarí que tiene una matrícula de solo dos dígitos. OMG, ¿En seeeerio? ¿Y eso es bueno o malo? Estaba claro que yo no había nacido para vivir en Catar. 


Había casi más centros comerciales que cataríes. Todos los centros comerciales luchaban por ser los más lujosos. Villaggio Mall era una imitación de Venecia, tenía un canal que recorría todo el centro comercial con góndolas y gondolieres que llevaban a los cataríes de unas tiendas a otras. Mall of Qatar tenía un gran escenario en el que hacían todo tipo de espectáculos. Estaba rodeado por una decoración de plantas y árboles exóticas que se asemejaban a las que hay en Singapur. El top 1 se lo llevaba Al Hazm Mall, que es una especie de ciudad de lujo con calles, edificios, galerías, y fuentes decorados al detalle. Era tan sumamente lujoso y ostentoso que te hacía sentir fuera de lugar, así que era por excelencia el centro comercial exclusivo de los cataríes. 

    Al Hazm Mall, Doha. Foto de Google. 


Por supuesto que los cataríes encajaban a la perfección con todo ese lujo con sus trajes impolutos y planchados minuciosamente. Las mujeres, con su abaya y hiyab, y los hombres, con su disdash y grutra. Aseados, afeitados, peinados, maquilladas y desprendiendo un perfume que se podía apreciar a diez metros de distancia. 


Ni qué decir tiene que aparte de tener una decoración de lo más suntuosa, también estaban dotados de las marcas más lujosas del mundo. El shopping era uno de los hobbies favoritos en Doha. Todos querían poseer lo más nuevo, lo más caro y lo más exclusivo. Lo que me preguntaba muchas veces era el porqué las cataríes, que siempre iban tapadas hasta las cejas con sus abayas y sus hijabs, se gastaban un dineral en tops y blusas de encaje. 


Además de los centros comerciales, cualquier restaurante o cafetería intentaba ser el más llamativo tanto por su decoración como por la presentación de los platos. No estaban tan interesados en ofrecer una comida o bebida sabrosos como lo estaban en ofrecer algo fotografiable para Instagram o Snapchat. Al final, lo que llamaba la atención a los clientes era el poder subir una foto postureo a las redes sociales en vez de disfrutar de un plato o un café exquisitos. 


Aparte del dinero, la religión y la cultura son otros de los factores que determinan en gran medida el tipo de sociedad que es Catar. Si algo hay que destacar es el papel de inferioridad que tiene la mujer allí. Las cataríes siempre van con sus abayas que cubren desde las muñecas hasta el cuello y los pies y su hiyab que, dependiendo de la elección de la figura masculina más cercana a ellas, pueden llevarlo solo en el pelo o cubriendo la cara entera. Incluso había muchas que ni siquiera tenían agujeros en la zona de los ojos y lo que tenían era una tela un poco más translúcida que les dejaba ver a través. Eso sí, las pocas partes del cuerpo que llevaban visibles, estaban adornadas al detalle, llevaban bolsos y zapatos carísimos, pestañas y uñas postizas y joyas y diamantes. Las extranjeras no llevábamos abaya ni hiyab pero siempre debíamos ir cubiertas hasta debajo de los hombros y debajo de las rodillas como mínimo. En invierno no había problema, pero en verano a 50 grados, la cosa se complicaba. En general, me da la sensación de que desde occidente la gente se imagina una situación mucho más rigurosa de lo que en realidad era. Ciertamente, yo vestía más tapada de lo que lo hago en España y algunas veces recibía más miradas de las que me hubiese gustado, pero nada que me impidiese llevar una vida normal y sentirme cómoda y segura. 


Las mujeres son invisibles cuando van acompañadas de un hombre. El dependiente, el camarero o el joyero siempre se dirige al hombre, aunque sea algo que únicamente concierne a la mujer, y es el hombre el que interactúa y responde por ella. En los restaurantes, el camarero jamás trae la cuenta a la mujer, es automático, si hay un hombre y una mujer, no queda duda alguna de que es el hombre el que va a pagar. 

    Cataríes. Foto de Google.

La amistad entre hombres y mujeres no existe, los hombres se crían solo con hombres o mujeres de la familia y viceversa. Hay sitios en los que hay dos áreas separadas, una para hombres y otra para mujeres. De hecho, las mujeres cataríes tienen prohibida la entrada en las discotecas. Los rumores decían que las primeras experiencias sexuales de la mayoría de los cataríes eran homosexuales por no haber tenido nunca contacto con mujeres. Claro que todo eso era la teoría, pero en la práctica los cataríes siempre intentaban ligar sin aparentar que lo estaban haciendo. Yo todo eso lo sé a través de Sahar y sus amigas porque normalmente los cataríes eran más propensos a ligar con árabes. Jamás he visto una manera de ligar más rara. Lo mismo estaban en un restaurante y pasaban al lado de la mesa y dejaban disimuladamente la tarjeta con su número de teléfono. En la carretera, seguían al coche de la chica hasta que llegaban a un semáforo y por la ventanilla le enseñaban su Snapchat para que lo agregasen. O en el centro comercial, caminaban cerca de la chica y desde 2 metros, con una agilidad y disimulo de admirar, le pedían el número. Cuando a Sahar le había gustado algún catarí, usaba una técnica infalible: subía una foto a Instagram con la ubicación del sitio en el que se habían cruzado y a esperar a que el chico buscase fotos en esa ubicación, la encontrase y la agregase, en cuestión de unos minutos ya tenía al chico que le había gustado en las redes sociales y sin haber hablado ni una palabra. ¡Qué avanzados estos árabes! ¡La de tíos buenos que he dejado yo escapar! 


Una vez que ya estaban en contacto, comenzaban la típica conversación para conocerse, ¿de dónde eres?, ¿a qué te dedicas? ¿estás casado?, esta última pregunta era la que me resultaba más curiosa de las que hacía Sahar porque yo daba por hecho que si estaban ligando era porque estaban solteros pero para mi sorpresa, eran más los que estaban casados que solteros. Estarían buscando a otra esposa más para añadir a la familia. Luego llegaba la hora de la cita, que también tenía que ser en secreto. La cita estrella de los cataríes era en el coche, con los cristales tintados y a dar vueltas incesantemente. También estaba la opción de salir a algún restaurante pero entonces pedían a la chica llevar la abaya y el hiyab y si no lo hacía, se aseguraban de ir al restaurante más vacío y de elegir la mesa más alejada de la vista de cualquiera. Ni qué decir tiene que gran parte de la conversación de la cita se centraba en el coche nuevo que se había comprado el catarí o su última adquisición en Cartier. 


Aunque los cataríes normalmente intentaban ligar con árabes, alguna vez también lo intentaron conmigo, y siempre era el mismo modus operandi, en una discoteca, donde era más fácil pasar desapercibido, y siempre alardeando de dinero. Además, como yo no era árabe ni musulmana, intentaban mostrar que eran abiertos de mente contándome que habían estudiado en el extranjero, en UK o en USA. Una vez, uno de ellos me ofreció ir a su casa de after con sus amigos y Sahar me convenció para que fuésemos. Por supuesto que lo primero que dijo es que nos íbamos en su coche, un Bentley. ¿Qué Pokémon es ese? Cuando llegamos a su casa, que era un apartamento que alquilaban en secreto un grupo de amigos para hacer fiestas y llevar a chicas, nos encontramos con sus amigos. Uno de ellos venía acompañado con una catarí que venía con su abaya pero que fue al baño y al salir, había dejado la abaya de lado y llevaba un top de encaje cortito con un escotazo de pico y unos leggins ceñidos. En ese momento entendí el porqué las cataríes compraban toda aquella ropa sexy. También entendí que a pesar de tener tantos millones, aquello que les hacía felices era lo que yo llevaba teniendo toda mi vida y sin necesidad de ser rica ni de ocultarlo: un lugar donde estar con amigos y amigas pasando un buen rato y un conjunto de Zara con el que sentirse guapa.


En Catar la religión estaba presente en cualquier aspecto de la vida. Sin ir más allá, el idioma en sí hace mención a Allah y al Corán en casi cualquier contexto. Por ejemplo, muy similar al uso que tenemos en castellano, tienen la expresión "Inshallah", si Dios quiere, que se usa en la mayoría de las conversaciones. Al igual que otras palabras como "Alhamdulillah, Allahu Akbar o Mashallah".


Sin duda alguna, lo que más me afectaba a mí sobre la religión era el Ramadán, que cambiaba por completo durante un mes nuestro estilo de vida. El ocio pasaba a ser nocturno, y no hablo de las discotecas, que permanecían completamente cerradas durante todo el periodo, sino a que cualquier tienda o restaurante cerraba durante el día y abría durante la noche. Además estaba prohibido comer o beber en público, ni siquiera un trago de agua a 50 grados bajo el sol o un mísero chicle. Sin embargo, si tenías la suerte como yo de tener buenos contactos, podías sobrevivir a ese mes haciendo vida en una lancha en mitad del mar, donde había de todo menos reglas y prohibiciones. 


Doha tiene más de 2000 mezquitas. Había una en cada esquina por lo que no es de extrañar que hubiese unas cuantas en mi barrio y una de ellas a pocos metros de mi casa. Como los musulmanes rezan 5 veces al día, esas son las veces que desde la mezquita se escuchaba el " adhan" o llamada al rezo y que yo podía escuchar perfectamente desde mi habitación. Mucha gente lo consideraba molesto pero a mí, a decir verdad, me gustaba escucharla y a día de hoy, a veces busco alguna en internet para teletrasportarme a aquella época de mi vida. Poco a poco fui acostumbrándome a su sonido hasta tal punto que la mayor parte del tiempo ya ni lo escuchaba. Al igual que fui acostumbrándome a ver a Sahar rezar, ya que las primeras veces me causaba un poco de shock y no voy a negarlo, hasta me resultaba algo incómodo.  Aún recuerdo a la perfección la primera vez, aquel día en el que abrí la puerta de la habitación de Sahar y estaba rezando en el suelo, encima de su alfombra, con su chilaba puesta. ¡Joder! ¡Sahar, qué susto! ¿Qué haces? - Rezando, ¿para qué te crees que me he duchado si no? 


Realmente nunca llegué a conocer bien a ningún catarí así que esta es la imagen que yo misma me he creado sobre ellos a través de breves conversaciones, de observarlos, de su comportamiento en público y gracias a todo lo que Sahar me contaba. Así pues, al igual que no es oro todo lo que reluce, tampoco es plata todo lo que no luce. 

Durante la mayor parte del tiempo que viví en Catar, mostré algo de rechazo y rabia hacia los cataríes por esa actitud arrogante y de superioridad que derrochan, por ser superficiales y, en cierto modo, maleducados. Sin embargo, con el paso del tiempo, aquel rechazo y rabia que sentía hacia ellos, pasó a ser pena. Pena porque todo eso que los caracteriza no es más que el resultado de una cultura que no han podido elegir. Una cultura que, a pesar de ofrecerles un gran poder económico, los aleja de todo aquello que para mí es la libertad. Una cultura que en muchos casos, me atrevo a decir, cambiarían sin pensarlo por la mía. 


 



 































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