Capítulo 20: Lo que no se cuenta.
Uniforme pulcro. Moño repeinado. Maquillaje impecable. Uñas perfectas. Sonrisa de oreja de oreja. Con esta imagen es normal que una azafata de Qatar Airways pueda parecer una especie de robot. Sin embargo, había ciertas cosas de humana que yo escondía bajo esa imagen.
Antes de un vuelo cualquiera, teníamos que revisar la información del vuelo: el destino, número de vuelo, nombre del aeropuerto, tipo de servicio, hora de despegue y aterrizaje y el nombre de los miembros de la tripulación, que venía acompañado de su respectiva foto. Abro la app en mi móvil y antes del vuelo reviso todas y cada una de las fotos para ver si hay alguien conocido o para analizar las caras de los supervisores y hacer previsiones de si serán agradables o desagradables, por supuesto que también echo un ojo para ver si hay algún azafato o piloto que esté bueno. ¡Sahar, mira este azafato qué guapo y no parece gay! ¡Hoy me toca ponerme mona, me voy a echar hasta el eyeliner!
En diez minutos viene el autobús. Tengo tiempo de sobra para tomarme un cafelito... ¡Mierda, mierda, mierda, voy tarde! ¡El autobús debe estar llegando! Corro por el pasillo con la maleta. Pulso el botón para llamar al ascensor. Todos los días viene inmediatamente pero hoy está tardando la vida. Me subo en el ascensor. Me miro en el espejo. Noto algo extraño. ¡Mierda, mierda, mierda, me he dejado el gorrito! Llego cuando el autobús se está yendo. Para, meto la maleta y me subo rápido, ¡Já! Digo buenos días pero nadie me responde, como siempre. Los maldigo a todos y pienso en lo infelices que son con esas caras de pepino. Me siento y me abrocho el cinturón. Soy la única que se lo abrocha. Siempre lo hago. Saco el móvil disimuladamente y me pongo a usarlo bajo la solapa del bolso. Perdona, ¿sabes que no se puede usar el móvil llevando el uniforme? Me susurra otra azafata. ¡Uy! Perdona, ya lo guardo. ¡Menuda imbécil! ¿Quién se cree que es? ¡Que se meta en sus asuntos!
Veo las luces de QROC. Estamos llegando. ¡Qué pereza, qué pocas ganas de trabajar! Me registro en el sistema. Tengo quince minutos antes de empezar el briefing. ¿Qué hago? Al baño, a usar el móvil, ¡chúpate esa, azafatucha! Llego al briefing. Me siento y saco mi libretilla. Me avergüenzo de la guarrería de notas que tengo hechas. Alzo la vista y miro a la tripulación. Juego a descifrar la nacionalidad de todos. Hay una que me descoloca, no tengo ni la menor idea de dónde es, así que apuesto a que es de alguno de esos países que acaban en - istán. Espera, ¿y el tío bueno de la foto? Buah, no me puedo creer que sea el gordo ese. Parece que desde que le echaron la foto hasta ahora se ha comido unas cuantas cacerolas. ¡Ya decía yo que era raro que hubiese un tío bueno hetero en el vuelo!
Llaman a la puerta. La grooming officer. ¡Mierda, mierda, mierda, tengo los zapatos sucios! Cojo rápidamente un pañuelo, le escupo disimuladamente y me limpio los zapatos. Me doy cuenta de que también me falta el botón del puño de la chaqueta. Llega mi turno. Sonrío. Le muestro los brazos con un giro rápido y ágil. No se da cuenta. Yulia 1- Grooming officer 0.
Llegamos al avión. Corro disimuladamente para pillar el compartimento más grande y más alejado de la vista de los pasajeros para poder guardar todas mis cosas y acceder a ellas tranquilamente. Hago todos los chequeos. Empieza el embarque. Recibo a los pasajeros con mi mejor sonrisa, bajo la que escondo todo tipo de pensamientos. Este no se ha duchado en cuatro días, pobre del que le toque a su lado. Me encanta la camisa de esta chica. ¡Ojalá pudiera viajar yo así de cómoda y no en traje! ¡Qué familia más bonita, tienen pinta de ser unos padrazos! Ahí viene esa, con más capas que una cebolla, seguro que no tenía espacio en la maleta y se ha puesto encima todo lo que tenía. ¡Qué parejón de guapos, seguro que son instagramers y están viajando por el mundo! Dios santo, ¡menudo entrecejo tiene ese! Y así, un largo etcétera.
Empieza el servicio. Arrastro el carrito por el pasillo. ¡Vaya, hombre! Ya hay otro pasajero con las piernas en el pasillo. Tengo ganas de atropellarlo y partirle las piernas. Señor, discúlpeme, por favor. Sonrío. Estoy en mitad del servicio. Todo el mundo quiere el pollo y me voy a quedar corta. Necesito alguna estrategia. Ofrezco entonces pollo, muy escuetamente, o ternera en salsa con patatas asadas, guisantes y zanahoria, muy detalladamente. La ternera, por favor. ¡Bien vendido, Yulia! Y además añado en voz muy alta: ¡la ternera, muy buena elección, señora! Así me aseguro que, al menos, los de alrededor también quieran la ternera. También me estoy quedando corta de zumo de mango. Lo cambio de posición en el carrito. Lo quito del extremo izquierdo, donde está visible, y pongo el de piña. Ahora todos quieren piña. Yulia 1- Pasajeros 0.
Hemos terminado el servicio del almuerzo. Ahora toca pasar a recoger las bandejas y ofrecer el café y el té. Voy recogiendo todas las bandejas sucias y disimuladamente cojo todas las chocolatinas que no están abiertas y me las meto al bolsillo. Ese es mi postre. Dieciocho chocolatinas.
El vuelo es tranquilo. Los pasajeros se duermen. Yo también quiero dormir. Saco mi bolso del compartimento y me voy al baño. Me pongo la alarma del móvil para que suene en quince minutos. Me siento en la tapadera del wc y apoyo los brazos sobre el lavabo y la cabeza sobre mis brazos ¡Dulces sueños, Yulia! Suena la alarma. Me despierto. Me miro al espejo. ¡Qué horror, tengo la señal del reloj en la cara! ¡Qué discretito ahora cuando salga del baño!
Necesito un café. Salgo a la cocina y me preparo un buen vaso de café solo. Sólo el olor del café ya me pone de buen humor. El mejor momento del día. Me dispongo a beber cuando un pasajero aburrido y con ganas de conversación se me acerca. Me cuenta su vida. No me interesa nada. Sólo sonrío y asiento con la cabeza. Quiero que se vaya. Quiero disfrutar de mi café. Y de mis dieciocho chocolatinas. Suena el telefonillo. ¡Salvada! Corro a cogerlo. Es una tontería. Tengo que hacer algo importante, me disculpo. Me voy a la otra cocina a hacer algo importante, tomarme mi café y mis chocolatinas.
Yulia 1 - Pasajero aburrido 0. |
Empieza el descenso. Preparamos la cabina para el aterrizaje. Todo listo. El supervisor nos anuncia que tomemos nuestros asientos a través de la megafonía. El mío está justo en frente de los pasajeros. Tengo mucho sueño. Sé que no debo dormirme. Intento controlarlo pero es imposible. Los párpados me pesan y noto que mis ojos se trasponen, quizá estoy medio bizca. Me agarro la muñeca como si estuviese mirando la hora y cierro los ojos. Me duermo profundamente. Me despierto sobresaltada con el bote del aterrizaje. Los pasajeros se ríen. Yo disimulo aunque todos sabemos lo que ha pasado.
Empieza la musiquilla del desembarque. Despido a los pasajeros amablemente y con una gran sonrisa, esta vez sincera. ¡Hasta nunca! Hacemos los últimos chequeos y salimos del avión. Ha sido un vuelo de ida y vuelta así que volvemos a QROC. Me registro en el sistema. ¡Un día más de trabajo terminado!
Me subo en el autobús de vuelta a casa. Me siento al final para que nadie me vea usando el móvil. También cierro la cortina de la ventana para que nadie me vea desde fuera. Me quedo dormida de nuevo. Me despierto. No me suena esa parte del recorrido. Señor, ¿ha pasado ya por Mansoura 43? Sí, me responde el conductor. ¡Mierda, mierda, mierda, otra vez! El conductor sonríe y da media vuelta. ¡Bendito conductor!
Ya estoy de vuelta en casa. Estoy feliz. Tengo dos días libres ¿Qué planes puedo hacer estos días? Creo que debería de empezar por dormir un poco...
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