Capítulo 18: En la variedad está el gusto.


Trabajar de cara al público me llevó a relacionarme con todo tipo de pasajeros, de todos los colores, sabores y olores.

En cualquier vuelo podías encontrarte al típico pasajero que viaja muy frecuentemente y se las da de que sabe de aviones y de la aerolínea más que tú. ¿Habéis cambiado el servicio? ¿Ya no tenéis Sauvignon Blanc? - Entonces, estamos volando en un Boeing 787, ¿verdad? La última vez era un Boeing 777. Te lo has ganado, toma un pin.

Por el contrario, también estaban esos que no habían viajado nunca. Yo entiendo que estén algo perdidos pero, ¿de verdad creen que la puerta del baño es un compartimento de 40 centímetros cuadrados? ¿Piensas abrir el compartimento, meterla dentro, mear y sacarla o qué? Alma de cántaro, ¿no es más probable que el baño sea la puerta de tamaño normal que hay en frente y en la que hay una señal que pone "baño"? Digo yo.

Y luego estaban esos otros que sí que acertaban con la puerta pero que para abrirla necesitaban dos carreras y un máster. A esos me gustaba observarlos un rato mientras miraban la puerta fijamente, luego la golpeaban, tiraban del cenicero y otros cuantos intentos. Después, me acercaba a ellos, empujaba la puerta lentamente en la señal donde pone "empujar" y la abría, sonreía y les decía... ¡MAGIA!

También estaban los que parecían no haber comido en tres días y escondían la bandeja y fingían que no les habías servido para que le dieras de comer de nuevo. O cuando pasabas repartiendo snacks, se llevaban nueve Kit Kats y tres bolsas de patatillas. Para su hijo que estaba durmiendo, decían.

El típico que se olvida de apagar la alarma del móvil y despierta a todos los pasajeros pero él sigue durmiendo como un tronco.

Las madres que cambiaban el pañal de su bebé en mitad de la cabina y luego te llamaban y te daban el pañal usado para que lo tirases tú. O las que simplemente lo dejaban en el suelo. Normal, la caquita de su princesa no huele.

Los que parecían estar como Pedro por su casa. Se ponían el pijama, las zapatillas y el antifaz. Sacaban su mantita y su almohada y... ¡a dormir se ha dicho! Con estos son con los que más me identifico yo.

Luego estaba también el típico pasajero que tenía sed, hambre y ganas de ir al baño justo cuando todos teníamos que permanecer sentados para el aterrizaje. No había tenido tiempo en las doce horas de vuelo.

También estaban los que pedían un menú especial pero luego no lo querían. Buenos días, señor. ¿Ha pedido usted el menú especial vegano? - No. - ¿No? ¿Es usted el señor Laghari? - Sí. - Señor Laghari, en el informe dice que usted ha solicitado el menú especial. - Bueno... sí, pero prefiero tomar las salchichas con huevos. ¡Ay, gorrión, así soy vegana yo también!

Los que piensan que hay un chef en el avión que cocina en el momento para los trescientos pasajeros. Yo quiero la ternera, pero que esté bien hecha y sin los guisantes. Claro que sí, chiquito, oído cocina.

La típica señora que está sentada junto a una salida de emergencia y debe poner su bolso en el compartimento para el despegue y aterrizaje pero se niega y se agarra al bolso como si no hubiera un mañana. Traficante de drogas, seguro.

También están los que despiertan al acompañante cuando pasamos ofreciendo agua. ¿Pero para qué hacen eso? Mucha sed no tendrá mientras duerme. Para mí esos son los peores, no hay que fiarse de ellos.

Y luego estaba el toca pelotas que estando toda la cabina a oscuras con todos los pasajeros durmiendo con sus persianas cerradas, él subía la persiana dejando que entrase un rayo de luz. El rayo de luz del caos, los pasajeros se despertaban y nos tocaba dejar el cotilleo y volver al trabajo.

También está ese que lleva siete horas sentado y justamente cuando empieza el servicio no puede aguantarse y tiene que ir al baño. Pues nada, a empujar el carro de la comida arriba y luego abajo para dejarlo pasar. Y claro, el de al lado se contagia y también quiere ir, pero sólo se da cuenta cuando acabo de volver así que, carro arriba y abajo otra vez... Éste casualmente es el mismo que sube la persiana de la ventanilla.

También estaban los fieles. Sacaban su alfombra, la colocaban en el suelo, se quitaban los zapatos y se ponían a rezar. Y los que se metían en el baño y se lavaban de arriba abajo para purificarse y dejaban el baño inundado.

Y los yoguis. En mitad del vuelo se levantaban y se ponían a hacer estiramientos, respiraciones y posiciones de yoga.

Los ecológicos. Antes de usar cualquier cosa preguntaban si Qatar Airways la reciclaba y te pedían que le echases la bebida en su propia botella eco-friendly.

Los pobres pretenciosos. Volaban en la clase económica pero pedían champagne y otras tantas cosas que sólo se servían en la clase business y se quejaban de lo incómodo que era viajar en aquellos asientos tan pequeños.

Los lisiados. Toda una casualidad, en cada vuelo había dos o tres recién operados de alguna pierna que necesitaban cambiarse a la primera fila o tener tres asientos para ellos para poder estirar las piernas...

Los escépticos. - Señor, ponga el asiento hacia adelante, por favor. - ¿Y por qué? - Porque vamos a aterrizar en breves. - ¿Y eso qué tiene que ver? - Pues porque en caso de una emergencia la evacuación es más rápida con los asientos hacia adelante. - Ah, vale. ¿Por qué el de delante tiene el asiento reclinado? - Porque aún no he llegado a su sitio a informarlo.

Los amables. Los empresarios. Los que fuman en el avión. Los que regalan chocolates. Los alcohólicos. Los deportados. Los curiosos. Los criminales. Los que sonríen. Los que lloran. Los que roncan. Los que se quejan por todo. Los que se sacan mocos. Los que se olvidan de sus hijos. Los que roban. Los cafeteros. Los borrachos. Los aventureros. Las familias felices. Los deportistas. Los agradecidos. Los maleducados. Los que duermen con la boca abierta. Los cinéfilos. Los supersticiosos.

En fin, cada criatura de su padre y de su madre, como decía mi madre.


Y tú, ¿qué tipo de pasajero eres? 

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