Capítulo 17: ¿Cuánto vale el amor?
En Catar, las mariposas en el estómago revoloteaban de manera diferente a la que yo conocía.
Al ser un país en el que la mayoría de la gente es extranjera, las relaciones sentimentales interculturales son muy frecuentes. Aparte del hecho de que, como en toda relación, el principio puede ser maravilloso, esas relaciones tienen un extra, tu pareja te acerca a una nueva cultura y una nueva lengua y eso es muy alentador. Lo desconocido siempre nos atrae. Sin embargo, no es de extrañar que la interculturalidad, que es tan estimulante en un primer momento, precisamente se convierta en la razón por la cual la relación finalmente no fragüe. Y es que, en muchos casos, ambas culturas están tan alejadas que es muy complicado que las dos personas se entiendan realmente y se adapten la una a la otra, sin cuestionar esos aspectos culturales que son inaceptables o incoherentes en tu propia cultura. ¿Que quéeee? ¿Que me ponga yo un velo? - ¡¿Me ha dicho "te quiero" después de solo una semana juntos?! - Dice que acepta que yo tenga otra religión pero que nuestros hijos van a ser musulmanes. - No quiere tener sexo hasta el matrimonio. - ¿Te puedes creer que no haya pagado él la cena? Y ni siquiera me ha traído de vuelta a casa, ¡he tenido que coger un taxi! - No quiere salir conmigo si no me pongo una abaya. - No tiene un buen coche, ¿cómo voy a salir con él? - Me ha besado la mano antes de irse, ¡LA MANO! , ¿y el sexo para cuándo?
También Catar es un país de paso, la mayor parte de los extranjeros que viven allí lo hacen de manera temporal. Pocas personas llegan para quedarse. Las relaciones que superan las barreras culturales, al final, no superan la distancia. Por la misma razón, como es algo temporal, la gente no se toma tan en serio las relaciones y la infidelidad está muy de moda. A lo cual se añade que la mayoría de las chicas que viven allí son azafatas, un día aquí y tres allí, un novio aquí y tres allí. Y la pareja, como sólo tiene un día a la novia aquí, también se busca a otras para los días que está allí. No he oído más historias de infidelidades en mi vida. Al final resultaba que dos azafatas tenían el mismo novio o que una azafata tenía dos novios. El piloto tenía dos esposas. Gente con una pareja en Doha y otra en su país. Y hasta descubres que tu chico tiene una familia oculta o que se casa mañana, y no contigo.
Sin embargo, lo que más me impactaba no era la infidelidad sino lo difusa que era la línea entre el amor y el dinero. Las mujeres buscaban dinero y los hombres seducían con dinero y a eso, se le llamaba amor. Ese concepto de amor surge de la creencia cultural de que la mujer, sin acceso al mundo laboral, depende de un hombre con un buen puesto de trabajo que pueda sustentar a la familia y dotarla de caprichos. Y aunque esa creencia a mí me resultase agua pasada, en la mayor parte de países del mundo sigue existiendo en mayor o menor medida.
En un vuelo Amán-Doha me había tocado el asiento que está frente a los pasajeros y el chico de enfrente estuvo charlando conmigo. Resulta que vivía en Doha y volvía de sus vacaciones. Era mono. Al aterrizar, cuando todos los pasajeros desembarcaban, él se quedó un poco atrás y se me acercó a pedirme el número. ¿Qué hago? ¿Se lo doy? ¿Por qué no? Sí, claro, apunta 338... Y, al despedirse, me dijo algo como "por cierto, somos compañeros de profesión" y se fue arrastrando su maleta por el pasillo. La maleta era bajita y ancha, como la de los pilotos, así que pensé que sería uno de ellos, aunque me extrañaba que siendo piloto viajase en la clase económica y no en la clase business .
Efectivamente. Me mandó un WhatsApp y en la foto de perfil salía vestido de piloto. A los pocos días salimos a tomar algo juntos. Me estuvo contando que era piloto en una compañía de jets privados. Me habló de lo mucho que se había esforzado para llegar ahí. Pero cuando yo intenté indagar más, él se mostraba dubitativo. Por ejemplo, no sabía cómo era el uniforme de las azafatas de su compañía. Me fui a casa con una mala impresión y ni siquiera sabía bien por qué. Decidí que no quería volver a verlo. Al cabo de los días, al tener su número guardado en el móvil, me salió su perfil en las sugerencias de amistad en el Facebook. Vamos a cotillear un poco. La foto del perfil de piloto que tenía en el WhatsApp también estaba en Facebook, pero sin recortar. No era piloto, trabajaba en algo relacionado con la cinematografía, y en la foto él estaba disfrazado de piloto en una escena de un rodaje. ¡Ya sabía yo que había algo extraño! ¿Por qué se había inventado su profesión? ¿Para aparentar que tenía mucho dinero? Yo había aceptado darle mi número sin saber que era "piloto". Y quizás si se hubiese mostrado tal y como era en realidad no me habría causado aquella mala impresión...
El dueño de uno de los hoteles de Doha se había fijado en una de mis amigas, ucraniana, cuando ella estaba en la playa de su hotel. Dice que de repente, los camareros empezaron a llevarle cócteles y comida, cortesía del señor X. El señor X contactó con ella a través de instagram unos días más tarde y le explicó que era el dueño del hotel y que le gustaría conocerla. A la semana siguiente, mi amiga y yo íbamos a salir de fiesta en el hotel del señor X, así que ella le avisó de que iríamos. El señor X no podía pasarse aquella noche por su hotel, así que mandó a su chófer a la puerta de la casa de mi amiga con 1000€ para que nos convidáramos a unas bebidas aquella noche. ¡Y tanto que nos convidamos! Una copa detrás de otra y de otra y de otra. Mi amiga también se convidó al día siguiente a una buena cámara de fotos.
Sahar había conocido a un chico, era su amigo, aunque yo siempre pensé que él estaba enamorado de ella. Después de dos semanas de haberlo conocido, era el cumpleaños de Sahar y él le regaló unos zapatos de tacón de Louboutin. Por curiosidad, los buscamos en Internet. Costaban 600€. Sahar, si mantienes la relación con él hasta tu cumple del año que viene quizás... ¡te compre un coche!
Pero no fue a Sahar a quien le compraron un coche. La amiga de Sahar, también marroquí, había conocido recientemente a un chico y, tras comentarle que se acababa de sacar el carnet de conducir, el chico le regaló un coche, un Mercedes A250. Con este novio, tengo que durar algo más de un mes, decía ella. Se lo merece.
Muchas chicas consideraban inaceptable tener un novio que no fuese adinerado o se avergonzaban si lo tenían. Conocí a una mejicana que tenía miedo de contarle a su hermana que tenía un novio en Zurich que no tenía coche; y que cuando ella iba a visitarlo, tenía que coger el metro porque él no podía ir a recogerla. Otra chica, sudafricana, aseguraba que ella jamás podría estar con alguien que no pudiese mantenerla incluso aunque ella misma pudiese hacerlo con su propio trabajo. El dinero de él era para los dos y el de ella, para ella. Sahar veía una falta de respeto que el chico no la invitase cuando salían juntos, especialmente en la primera cita. Cuando muchas de las azafatas hablaban de sus novios, no mencionaban nada sobre su sentido del humor, su buena educación, su inteligencia o su sinceridad, más bien se centraban en su profesión, en su cuenta bancaria o en los miles de regalos que les hacían.
La realidad era que la mayoría de los chicos no se veían capacitados para atraer a una chica si no tenían una buena fortuna y eso, en cierta medida, era entendible. De modo que no es de extrañar que el primer paso que daba un chico para ligar, fuese alardear de dinero. O que aquel chico intentase atraerme haciéndome creer que era un piloto de jets privados. O que el señor X le mandase los 1000€ a mi amiga. Que el amigo de Sahar le regalase los Louboutin. O que aquel otro chico le comprase un colgante de Swarovski y un perfume carísimo en la primera cita. O incluso que aquel catarí se hubiese inventado que tenía un tigre. Quizás lo del coche de la amiga de Sahar, sí fuese algo excesivo. Pero oye, dio resultado porque aún siguen juntos. Eso sí, el chico se lo sigue currando, un día unos zapatos de Chanel, otro un reloj Cartier, otro un bolso de Louis Vuitton y otro una cena en la pista de aterrizaje de un helicóptero.
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