Capítulo 15: Una Julia que no conocía.

Todo en lo que había pensando cuando decidí hacerme azafata era la posibilidad de viajar por el mundo. Nunca me había planteado que aparte de conocer nuevos países y culturas iba a conocerme a mí misma mejor que nunca. Iba a descubrir una Julia que no conocía.

Hong Kong fue el primer destino en el que salí sola. Nadie quería salir a ver la ciudad porque ya la habían visto. Yo me preguntaba cuál era el problema de volver a verla... Pero claro, ya tenían la foto típica de ese destino y no había nada más que les empujase a salir. Era mejor quedarse en la habitación del hotel para dormir, ver series y pedir servicio de habitación. Y aunque en aquel momento sentía rabia por cruzarme con gente tan poco aventurera y oportunista, con el paso del tiempo los llegué a entender perfectamente. También sentía rabia por tener que salir yo sola. Sin embargo, no podía desaprovechar la oportunidad de ver una ciudad nueva solo porque no tuviese compañía. Busqué el nombre de los lugares que quería visitar y me fui del hotel. Sin internet en el móvil y sin mapa.

Gracias a la ayuda del recepcionista del hotel, la primera parada fue fácil, llegué sin ningún problema al Tian Tan Buddha. Un buda gigantesco situado en la cima de una montaña. Para llegar, tuve que coger un teleférico. Las vistas eran increíbles, montañas verdes con el mar al fondo y los edificios gigantes. En la cima, aparte del buda había templos y decoración típica. Me gustó muchísimo, mucho más de lo que me había imaginado. Al bajar, tuve la suerte de estar sola en la cabina del teleférico. Me puse la música del móvil y empecé a cantar mientras contemplaba el paisaje. Me sentía muy satisfecha, había podido disfrutar a mi manera, sin depender del ritmo e intereses de otros, sola y únicamente de los míos.

Teleférico al Tian Tan Bhudda.


Después cogí el metro y me fui al centro de la ciudad. Me llamó mucho la atención que los rascacielos estuviesen llenos de plantas que se enredaban en las fachadas. Nunca había visto tal combinación de naturaleza y edificación. Comí en un restaurante y pedir la comida allí fue toda una odisea, sólo tenían la carta en chino y el camarero chapurreaba inglés. Para mi sorpresa, aquella comida no tenía nada que ver con el concepto de comida china que tenía yo. Los sabores eran muy fuertes, con muchísimo ajo. Creo que de ahí el mal aliento de los pasajeros chinos.

La última parada era Victoria Peak, un mirador en un centro comercial en lo alto de otra colina. Salí del metro en la parada correspondiente y me dirigí hacia donde me había dicho el camarero del restaurante que debía coger el autobús que subía hasta la cima. Ni rastro de aquella parada. O yo no me había enterado o él no se había explicado. Volví a la salida del metro para buscar ayuda. Paré a muchas personas para preguntarles, casi todos me ignoraron. Los que no lo hicieron, me hablaban en chino, así que me sirvieron de poco. Busqué una cafetería donde poder conectarme al WiFi para poner el GPS, pero mi móvil no se conectaba. Entré a varias tiendas a preguntar a los dependientes pero no sabían cómo llegar a Victoria Peak. Estaba en mitad de una ciudad enorme, sola y sin tener ni idea de a dónde dirigirme. No era una novedad, siempre había sido un desastre orientándome y siempre acababa perdida, hasta en los lugares más familiares. Por eso nunca quería salir sola. Al final, paré a una pareja de turistas que casualmente también iban al mismo sitio así que me uní a ellos. Llegué al mirador tras un par de horas, había merecido la pena, las vistas eran fabulosas y ¡tenía mi foto para el postureo! ¿Por qué nunca nadie me había hablado de Hong Kong? Me había sorprendido muy gratamente. Era una ciudad extraordinaria.

Victoria Peak, Hong Kong.


Al final, le cogí el gustillo a eso de estar sola. Me encantaba la sensación de caminar por una ciudad completamente nueva y descubrirla por mí misma. Adoraba sentarme en una cafetería, tomarme un café, leer un libro, mirar a la gente pasar y perder la noción del tiempo. Nunca había imaginado que hasta sería capaz de irme sola a un bar y beberme una botella de vino conmigo misma. Y cuanto más tiempo pasaba sola, más descubría aquello que me hacía feliz y lo que no lo hacía y más consciente era de mis propias capacidades y posibilidades. Más me conocía.

La antigua Julia se sentía vulnerable e insegura cuando estaba sola en espacios públicos pero la Julia que descubrí en Hong Kong se sentía valiente, segura, independiente y libre. Me había dado cuenta de que si me lo proponía, podía llegar a cualquier sitio y que si me perdía, siempre habría alguna manera de encontrarme. Y con eso de llegar a cualquier sitio no sólo me refiero a un lugar físico.











Comentarios

  1. ¡Qué vivencias más chulas! Has llegado y vas a llegar muy lejos <3

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  2. Mi hija Carolina Viedma me envió el enlace de tu blog y gracias a ti estoy, en cierto modo, realizando un sueño que no pude cumplir: ser azafata! En 1979, las compañías aéreas eran escasas (poca oferta) y uno los requisitos para formar parte de una tripulación (en mi caso azafata de vuelo ) era medir mínimo 1,75. Debido a mi estatura (1'57) no pude seguir con mi sueño 😪

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