Capítulo 11: VIP

Ya no era cascarón de huevo. Se acabó la Yulia aprendiz. Ahora sí que podía decir en mayúsculas que era azafata de Qatar Airways. Llegó el día de mi primer vuelo oficial. ¡Bangkok, allá voy!

Mis nervios quedaban encubiertos por la emoción. Me iba a Tailandia, el destino número uno de mi ranking. Busqué una guía de cosas que visitar en Bangkok en un día. Tomé nota y elegí lo que más me llamó la atención. Preparé mi maleta minuciosamente, asegurándome de meter un conjunto bonito para todas las fotos que me haría en los templos y en el mercado flotante. ¡Iba a tener un montón de likes!

Llegué al briefing. La supervisora era tailandesa. Tras diez minutos, yo ya no tenía tanta devoción por Tailandia ¡Menuda víbora! Y, por si fuera poco, nos había tocado premio extra. Había un "checker", encargado de observarnos durante el vuelo y asegurarse de que todo procedimiento del manual era seguido al pie de la letra. ¡Sálvese quién pueda!

Llegamos al avión. Preparamos la cabina. Embarque de pasajeros. A diferencia de mis dos vuelos anteriores, los pasajeros eran de nacionalidades muy variadas, la mayoría europeos que iban de vacaciones. Y, querían empezar las vacaciones allí y en aquel momento. No había pasado ni medio minuto del despegue cuando los timbres de los pasajeros empezaron a sonar. Una cerveza, por favor. A mí me pones un whiskey. ¿Se puede pedir alcohol ya? Yo quiero un vino tinto. ¿Tenéis ginebra?

No daba abasto, en un abrir y cerrar de ojos ya tenía mi carrito esperándome para empezar el servicio. Mierda, ¡no había ido a saludar a mi pasajero VIP! Los pasajeros VIP o " frequent flyers", tienen ciertas ventajas por volar con Qatar Airways de manera frecuente. Reciben un saludo y una atención personalizados y se les toma su preferencia del menú antes de empezar el servicio.

Rodé mi carrito hasta el principio de la cabina y, al pasar al lado de mi pasajero VIP, me paré y me agaché a su lado. Buenas tardes, señor Rachid. Ya no me dejó continuar con mi discurso memorizado. Empezó a gritarme. ¡No quiero que me hables, soy un pasajero VIP y no has venido a saludarme, te he estado llamando y me has ignorado! Todos los pasajeros nos miraban. ¡Trágame avión! Siento mucho el inconveniente señor Rachid. Sé que no es excusa pero he estado muy ocupada y... ¡No me hables, no quiero que te dirijas a mí durante el resto del vuelo! Por favor, señor Rachid, dígame que puedo hacer para compensarlo. No obtuve respuesta. Los ojos de todos los pasajeros de alrededor estaban clavados en mí, menos los suyos, me había girado la cara.

¿Qué podía hacer? No me había memorizado  ningún discurso para cuando el pasajero te grita, ignora, menosprecia y ataca en público. Simplemente me salió ser humana, me puse a llorar. Estaba al inicio de la clase económica, así que dejé mi carrito allí aparcado, abrí las cortinas y me fui a la primera clase. El checker no perdía detalle y nada más poner un pie allí, me cazó. Le conté lo que me había pasado temiendo la peor de las reacciones. Para mi sorpresa, fue muy comprensivo. No te preocupes, hay muchos pasajeros que buscan atención y esa es la manera de hacerlo. No le hables más por el momento, como te ha pedido. Dime su nombre y asiento y cuando acabéis el servicio iré a hablar con él. Vale, muchas gracias. Voy a continuar con el servicio. ¿A continuar con el servicio? Yo lo que quería era abrir una puerta y tirarme.

Rachid quería atención y la tuvo. El checker fue a lamerle el culo y la supervisora también. Y, por supuesto, a mi también me tocó después. Los lametones de culo le sentaron bien y me perdonó por haber sido una azafata incompetente que no se merecía trabajar para una aerolínea de 5 estrellas. La supervisora no fue tan comprensiva como el checker. Me lió un pollo casi peor que el de Rachid. Luego notificó todo en su IPad. Los supervisores tenían la obligación de redactar y enviar a la compañía cualquier incidente que ocurriese en el vuelo. ¡Mi primer vuelo y ya me tenían fichada!

Aterrizamos. Estábamos en Bangkok... Entre la pesadumbre de aquel vuelo de mierda y que sólo teníamos 17 horas de escala, decidí que ya habría oportunidades mejores para conocer la ciudad. El plan de los templos, el mercado flotante y las fotos con muchos likes se quedó en unas lagrimillas y un pad thai en la habitación del hotel. ¡Pero qué pad thai más bueno!

Llevaba unas 12 horas encerrada en la habitación y ya me había animado un poco así que decidí salir a dar un paseo alrededor del hotel para, al menos, poder decir que había estado en Bangkok. Miles de coches y motos de colores pasaban por la calle principal. Las motos con una, dos, tres y hasta cuatro personas a bordo...Tardé en cruzar la calle unos 15 minutos. Ni rastro de pasos de cebra. A los tailandeses no les hacía falta, un par de movimientos ninja y listo. Había estatuas de Budas por todos lados, no eran los templos ni el mercado flotante pero me bastaron para emocionarme. ¡Estaba en Bangkok!

Buda, Golden Tulip Hotel Bangkok. 

Tráfico en Bangkok.

Después de aquel, tuve vuelos mejores y otros peores, pero ninguno tan malo. Podía tener un vuelo de locos, un supervisor imbécil, compañeros vagos, pasajeros exigentes o algún Rachid, pero nada que una actitud positiva, seguridad en mí misma y una buena sonrisa no pudieran solucionar. Sólo tuve que darme cuenta de eso.


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